Transcurriendo el año 1911, durante el primer gobierno del presidente Augusto B. Leguía, quien coincidentemente sería, en 1929, el presidente del Perú que recibió a Tacna de regreso a la soberanía peruana luego de casi 50 años de cautiverio post guerra, se encontraba en el país un profesor de la Universidad de Yale, ubicada en el estado de Connecticut, Estados Unidos, de nombre Hiram Bingham.
Era el año en el que también el Perú recordaba el primer centenario del grito de libertad dado en Tacna por el prócer Francisco Antonio de Zela y Arizaga el 20 de Junio de 1811 y para lo que se había creado una Comisión Nacional de Celebraciones que la presidía el ilustre peruano don Ricardo Palma, y de lo que no podría participar Tacna, la heroica, la cuna de dicha gesta, porque venía soportando el cautiverio cruel que la historia puso en su camino. Era uno de los peores años para Tacna por la tiranía de sus opresores. Y como un acontecimiento más de aquel año 1911, el 18 de Enero había nacido José María Arguedas: otro peruano ilustre que enaltece a la “peruanidad”.
Bingham, quien era un político, estudioso y explorador de nacionalidad estadounidense, y de quien se dice que fue inspiración para fundamentar al personaje del cine Indiana Jones, llegó al Perú atraído por su espíritu aventurero y la empresa de búsqueda de Machu Picchu la inicia motivado por referencias que llegaron a él sobre la existencia de una “ciudad perdida de los incas”, versión que se propaló a partir de los tradicionales comentarios populares de pueblos chicos y que relataban la desaparición de uno de sus pobladores: se trataba del hacendado cusqueño Agustín Lizárraga quien, en el año 1902, junto a Gabino Sánchez, Enrique Palma y Justo Ochoa, hizo un viaje a la zona selvática de Cusco descubriendo esta ciudadela y años más tarde, tratando de volver al lugar, organizó otra expedición pero en época de lluvias, temporada que va de Noviembre a Marzo (aproximadamente), y al intentar cruzar el río Urubamba para subir hasta las alturas donde se ubica el lugar, fue arrastrado por las corrientes y nunca se logró ubicar su cadáver.
En su expedición, Bigham estuvo acompañado por el cusqueño Melchor Arteaga, arrendatario de tierras, quien sirvió de guía, y un sargento de la Guardia Civil, antigua policía peruana, de apellido Carrasco. A su llegada a las ruinas, fecha marcada como la de “el descubrimiento” de este monumental complejo, el 24 de Julio de 1911, encontraron a dos familias de campesinos viviendo en el lugar, quienes utilizaban los andenes de la parte sur de las ruinas para cultivar y se proveían de agua de un canal inca que aún funcionaba y que traía agua de un manantial de la zona. El niño Pablo Recharte, miembro de una de las familias habitantes del lugar, guió a Bighman hasta la parte que ahora consideramos que fue la zona urbana de la ciudadela, por entonces totalmente cubierta de maleza.
Al término de esta primera expedición de Bigham, éste, que había quedado maravillado con todo lo que vio, buscó los auspicios de la Universidad de Yale, la National Geographic Society y el propio gobierno del Perú para iniciar los estudios científicos del lugar. Es así que regresa a Macchu Picchu y desde 1912 hasta 1915, con la ayuda de otros estudiosos de la Universidad de Yale, los moradores del sitio, Toribio Recharte y Anacleto Álvarez, y un grupo de anónimos trabajadores de la zona, Hiram Bigham dirigió los trabajos arqueológicos durante los cuales se despejó la maleza, se hicieron excavaciones y se acopiaron una infinidad de tesoros que se llevaron a los Estados Unidos para profundizar su estudio, siendo hasta la actualidad un total de casi 50 mil piezas que la Universidad de Yale debe devolver al Perú y de las cuales sólo una décima parte han cumplido con regresarlas.
A la vista de lo narrado, debe entenderse que el hallazgo de esta ciudadela inca que deslumbró al mundo, lo deslumbra y seguirá haciéndolo, y que hoy se constituye en una de Las Siete Maravillas del Mundo Moderno, sólo puede atribuírsele a Hiram Bigham con un mérito de exhibidor y no como su descubridor, ya que es evidente que este famoso investigador norteamericano se valió de lo encontrado casi una década antes por Agustín Lizárraga y de eso existen constancias en una biografía que sobre su padre escribió el tercer hijo de Bigham, quien allí señala que descubrió en una libreta de su padre una inscripción que decía “Agustín Lizárraga es el descubridor de Macchu Picchu y vive en el pueblo de San Miguel” [1].
Bingham, quien era un político, estudioso y explorador de nacionalidad estadounidense, y de quien se dice que fue inspiración para fundamentar al personaje del cine Indiana Jones, llegó al Perú atraído por su espíritu aventurero y la empresa de búsqueda de Machu Picchu la inicia motivado por referencias que llegaron a él sobre la existencia de una “ciudad perdida de los incas”, versión que se propaló a partir de los tradicionales comentarios populares de pueblos chicos y que relataban la desaparición de uno de sus pobladores: se trataba del hacendado cusqueño Agustín Lizárraga quien, en el año 1902, junto a Gabino Sánchez, Enrique Palma y Justo Ochoa, hizo un viaje a la zona selvática de Cusco descubriendo esta ciudadela y años más tarde, tratando de volver al lugar, organizó otra expedición pero en época de lluvias, temporada que va de Noviembre a Marzo (aproximadamente), y al intentar cruzar el río Urubamba para subir hasta las alturas donde se ubica el lugar, fue arrastrado por las corrientes y nunca se logró ubicar su cadáver.
En su expedición, Bigham estuvo acompañado por el cusqueño Melchor Arteaga, arrendatario de tierras, quien sirvió de guía, y un sargento de la Guardia Civil, antigua policía peruana, de apellido Carrasco. A su llegada a las ruinas, fecha marcada como la de “el descubrimiento” de este monumental complejo, el 24 de Julio de 1911, encontraron a dos familias de campesinos viviendo en el lugar, quienes utilizaban los andenes de la parte sur de las ruinas para cultivar y se proveían de agua de un canal inca que aún funcionaba y que traía agua de un manantial de la zona. El niño Pablo Recharte, miembro de una de las familias habitantes del lugar, guió a Bighman hasta la parte que ahora consideramos que fue la zona urbana de la ciudadela, por entonces totalmente cubierta de maleza.
Al término de esta primera expedición de Bigham, éste, que había quedado maravillado con todo lo que vio, buscó los auspicios de la Universidad de Yale, la National Geographic Society y el propio gobierno del Perú para iniciar los estudios científicos del lugar. Es así que regresa a Macchu Picchu y desde 1912 hasta 1915, con la ayuda de otros estudiosos de la Universidad de Yale, los moradores del sitio, Toribio Recharte y Anacleto Álvarez, y un grupo de anónimos trabajadores de la zona, Hiram Bigham dirigió los trabajos arqueológicos durante los cuales se despejó la maleza, se hicieron excavaciones y se acopiaron una infinidad de tesoros que se llevaron a los Estados Unidos para profundizar su estudio, siendo hasta la actualidad un total de casi 50 mil piezas que la Universidad de Yale debe devolver al Perú y de las cuales sólo una décima parte han cumplido con regresarlas.
A la vista de lo narrado, debe entenderse que el hallazgo de esta ciudadela inca que deslumbró al mundo, lo deslumbra y seguirá haciéndolo, y que hoy se constituye en una de Las Siete Maravillas del Mundo Moderno, sólo puede atribuírsele a Hiram Bigham con un mérito de exhibidor y no como su descubridor, ya que es evidente que este famoso investigador norteamericano se valió de lo encontrado casi una década antes por Agustín Lizárraga y de eso existen constancias en una biografía que sobre su padre escribió el tercer hijo de Bigham, quien allí señala que descubrió en una libreta de su padre una inscripción que decía “Agustín Lizárraga es el descubridor de Macchu Picchu y vive en el pueblo de San Miguel” [1].
Además señaló que en uno de los muros del Templo de las Tres Ventanas, Lizárraga dejó una inscripción a carbón que decía “Lizárraga 14 de julio de 1902”, en la ocasión que fue guiando a Sánchez, Palma y Ochoa. Hasta ahora no se sabe la naturaleza de la visita que hicieron estos visitantes a las ruinas y existen otras informaciones que también señalan que Lizárraga ya había estado en Machu Picchu en 1894 en compañía de otro cusqueño de nombre Luis Béjar.
A pesar de la controversia que puede provocar lo descrito, la humanidad reconoce en Hiram Bingham al descubridor de Machu Picchu, pero la realidad de la historia es que los pobladores de esta zona selvática de Cusco nunca perdieron de vista esta ciudadela inca, aún sin haber tenido la capacidad para conservarla ni la imaginación o visión para promocionarla.
Machu Picchu, colosal, imponente y de eterna intriga por su arquitectura, su ubicación y lo que representa como vestigio incólume de una civilización grandiosa, se mostró al mundo por primera vez en una edición de la National Geographic del año 1913 y, desde entonces, su vida pública ha ido creciendo conforme más se fue conociendo acerca de la civilización del Antiguo
Perú.
No sé si realmente podamos sentir que estamos celebrando los 100 años de su “descubrimiento” o, a lo mejor, sea más correcto decir que estamos recordando con tristeza los 100 años del saqueo que tuvo que sufrir para que el mundo la conociera, pero sí estoy seguro que es algo más por lo que podemos sentirnos orgullosos de ser peruanos.
Gustavo Torres ? ?
Orgullosamente peruano
A pesar de la controversia que puede provocar lo descrito, la humanidad reconoce en Hiram Bingham al descubridor de Machu Picchu, pero la realidad de la historia es que los pobladores de esta zona selvática de Cusco nunca perdieron de vista esta ciudadela inca, aún sin haber tenido la capacidad para conservarla ni la imaginación o visión para promocionarla.
Machu Picchu, colosal, imponente y de eterna intriga por su arquitectura, su ubicación y lo que representa como vestigio incólume de una civilización grandiosa, se mostró al mundo por primera vez en una edición de la National Geographic del año 1913 y, desde entonces, su vida pública ha ido creciendo conforme más se fue conociendo acerca de la civilización del Antiguo
Perú.
No sé si realmente podamos sentir que estamos celebrando los 100 años de su “descubrimiento” o, a lo mejor, sea más correcto decir que estamos recordando con tristeza los 100 años del saqueo que tuvo que sufrir para que el mundo la conociera, pero sí estoy seguro que es algo más por lo que podemos sentirnos orgullosos de ser peruanos.
Gustavo Torres ? ?
Orgullosamente peruano
[1] Wikipedia