
Lo cierto es que los tópicos responden bien al refrán de “cuando el río suena agua lleva” ya que aunque suelen ser parciales, también son certeros y acostumbran a estar basados en realidades. La religión rastafari, oficial en Jamaica, usa la marihuana como parte de sus rituales, por lo que no iríamos muy desencaminados, y tampoco si aventuramos que Jamaica tiene una política bastante laxa en lo que se refiere a esta droga. Después de despenalizar la posesión de hasta 60 gramos de marihuana y de permitir el cultivo de hasta cinco plantas para consumo personal (cantidades nada despreciables), ahora están barajando instalar kioskos de venta de cannabis en aeropuertos y puertos. Así, los turistas y visitantes podrían adquirir marihuana sin licencia antes de deshacer las maletas, aunque con la salvedad de necesitar registrarse, algo que podrán hacer en ese mismo establecimiento. Así, el gobierno pretende alejar a los turistas del mercado negro (algo que ofrecería todas las garantías sanitarias a los clientes) y también controlar un comercio que daría enormes dividendos al estado, grabándolo con impuestos como otros países han hecho antes que Jamaica. Medidas como esta son un estímulo para el resto de países, que en el espinoso tema de la marihuana muchas veces no parecen saber cómo actuar. Desde luego, poner luz en estos asuntos que siempre se han movido en la sombra sólo puede ser positivo. Cualquier regulación que proteja al consumidor debe ser bienvenida.